‘La frontera’: Cuando la ficción sobre ETA choca con la realidad

‘La frontera’: Cuando la ficción sobre ETA choca con la realidad

La frontera, la serie de cinco capítulos escrita por David Zurdo y Luis Marías y dirigida por María Pulido y Yolanda Centeno, que próximamente emitirá RTVE y que Prime Video estrena hoy viernes, se presenta como una historia de acción, fidelidades y traiciones, llena de tensión, donde cada uno tendrá que demostrar en qué cree y cuáles son sus límites. Una historia, continúa su presentación, centrada en la búsqueda de un comando de ETA, casi sin pistas, casi a contrarreloj, con unos héroes casi antagónicos.

Es la presentación de un thriller, cuya trama, acción, actores, como el francés Vincent Pérez, y escenario, el atractivo entorno de la frontera hispano-francesa por el paso de Irún-Hendaya, pueden enganchar, pero que al no renunciar a enmarcarla en un contexto político provoca, en quienes conocimos aquellos acontecimientos no tan lejanos, desconcierto y falta de credibilidad.

La serie deja claro que la historia está situada en 1987, cuando gobernaban François Mitterrand en Francia y Felipe González en España y ETA militar asesinaba con coches-bomba con el objetivo de forzar al Gobierno español a negociar el derecho de autodeterminación. Recoge explícitamente la matanza del cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza que asesinó a 11 personas, entre ellas seis menores de edad.

Poco antes de 1987 empezó la colaboración policial hispano-francesa que acosaba a una ETA que llevaba años utilizando, sin grandes problemas, el territorio francés como refugio para atentar en España. Una colaboración que al Gobierno español parecía insuficiente y cuya pretensión era que su policía pudiera actuar en Francia. Esa tensión aparece reflejada en la serie. Como también el debate interno en ETA sobre cómo responder al incipiente acoso francés que se zanjó con la decisión etarra de no atentar en su territorio y limitarse a una campaña irrelevante de boicot a los productos franceses.

En medio de ese contexto real, la serie da un salto y acaba centrando la trama en un hecho irreal: la organización por parte de un grupo disidente de ETA de un atentado terrorista espectacular en París. Para mayor inverosimilitud, un capitán de la Guardia Civil y un policía francés, con la ayuda de una militante de ETA contraria al atentado, se confabulan por su cuenta para evitarlo porque el Gobierno español no quiere notificar al francés de la preparación del atentado pues de consumarse, Francia se comprometería más en el combate contra ETA.

Javier Rey e Itsaso Arana, en 'La frontera'.

Salvo que en tiempos recientísimos se hayan desclasificado documentos inéditos, no consta en la historia de la lucha contra el terrorismo etarra —trufada de muchos acontecimientos deplorables como las torturas y la guerra sucia— algo parecido al relato central de esta serie.

La mezcla de un contexto real con una trama, basada en hechos ficticios un tanto disparatados, perjudica a la serie. Le resta la emoción que, por ejemplo, provocaba Patria, ideada por Aitor Gabilondo, basada en la novela homónima de Fernando Aramburu, emitida en 2020. Aunque, también era una ficción, como La frontera subraya, a diferencia de esta, la trama de Patria era fiel a la época. No desentonaba. Contaba el asesinato y la previa y terrible soledad a que fue sometido por ETA un pequeño empresario vasco con la cobarde complicidad de su entorno.

La verosimilitud de la historia, su contundencia, su interpretación, trasladaba al público emoción. Y era una ficción. Algo que no sucede con La frontera, que dibuja las pautas del momento, pero de su fuga tan irreal emana una inevitable sensación de incredulidad e inconsistencia. Acaba convirtiéndose en un thriller, sin más, que en su objetivo principal de ofrecer espectáculo, por ejemplo, pide prestada a la realidad la figura de la Tigresa, a la que sitúa en el comando etarra en París, extremando su leyenda de irresponsable, ninfómana, asesina compulsiva y malvada. Evidentemente, pueden hacerse y se hacen películas de ficción, inspiradas o contextualizadas en distintas etapas del terrorismo etarra, pero se trata de hacerlas bien, sin chocar estrepitosamente con un contexto político previamente delineado.

La frontera incide en otra narrativa propia de thrillers muy variados en distintos países: la del policía honesto que lucha contra la corrupción del sistema policial. En esta serie se traduce en un capitán de la Guardia Civil que trata de salvar vidas, aliado con un policía francés y una etarra reconvertida, ante la indiferencia de un Gobierno que por intereses políticos mezquinos no quiere evitar un atentado terrorista en París.

Javier Rey, en 'La frontera'.

Subrayar el papel de las Fuerzas de Seguridad del Estado en la lucha contra el terrorismo etarra está bien. Fueron un elemento clave, no el único, en el final de ETA. Lo narra muy bien, por ejemplo, la película La infiltrada, dirigida por Arantxa Echevarría (también disponible en Prime Video), basada en un hecho real, con una espléndida acogida de público. En la misma dirección apunta Un fantasma en la batalla, la película de Agustín Díaz Yanes que se presentará en septiembre en el festival de cine de San Sebastián.

Sin embargo, si lo que apunta La frontera, la honestidad de unos policías que se enfrentan a unos gobiernos mezquinos y cuasicriminales, se generaliza, estaríamos ante un disparate en cuanto a lo que a la lucha contra el terrorismo etarra se refiere. No vale resguardarse en la ficción cuando has delineado un contexto y has identificado un tiempo político.

Javier Rey e Itsaso Arana, en 'La frontera'.

La lucha antiterrorista en España fue compleja. Las fuerzas de seguridad, provenientes de una dictadura, tuvieron sus luces y sus sombras. La serie Patria lo narró muy bien. También las tuvieron los gobiernos democráticos que, además, afrontaron tensiones políticas muy serias, sobre todo los presididos por Adolfo Suárez, Calvo Sotelo y Felipe González, con sectores policiales reacios a la democracia.

El terrorismo etarra terminó hace trece años. Su historia fue dramática y las heridas no están cerradas. Afortunadamente, hay películas —documentales y de ficción— que, desde distintas perspectivas, contribuyen a construir una memoria respetuosa con los hechos. No debe frivolizarse con un tema tan sensible con la excusa de la ficción que, finalmente, no lo es tanto.