Superioridad manifiesta

Superioridad manifiesta

A veces, las apariencias engañan. Hace poco más de una semana contábamos las horas para que empezase una final que parecía a priori contar con suficientes elementos atractivos para captar nuestra atención. El papel y la ilusión previa, ya se sabe, lo soportan todo, pero luego viene la cruda realidad y pone a cada uno en su justo lugar. Donde antes de su inicio veíamos cierta igualdad, basada sobre todo en el divertido y eficaz estilo que ha impreso Pedro Martínez en el Valencia, el desarrollo de la serie no enseñó otra cosa que un dominio madridista en todos los aspectos del juego, físico, táctico y sobre todo emocional.

Mientras el Madrid ha sabido siempre qué hacer y cómo llevarlo a cabo, sobre todo en los momentos calientes, el Valencia ha dejado pocas huellas del acierto y solidez que ha mostrado en varias partes de la temporada. Ya se intuyó en el primer partido, donde los jugadores naranjas salieron atenazados, timoratos, superados por el escenario y lo que estaba en juego. Mejoraron en el segundo acto, clave en esta final, el único donde el Valencia se pareció al que esperábamos. Pero por unas cosas y otras, sobre todo por su propio tembleque cuando tenían la victoria tan cerca, tampoco llegaron a la orilla. Un 2-0 es una losa pesada para gestionar, y ni siquiera con el apoyo de su afición evitaron un tercer y definitivo descalabro.

No recuerdo si fue Djokovic, Federer o Nadal el que dijo una vez que la diferencia entre el Big Three tenístico y el resto de los jugadores se reducía al comportamiento en unos pocos puntos por partido, los decisivos, lo que dictan sentencia. Esta idea se puede trasladar al baloncesto actual, más igualado que nunca, pero que termina coronando casi siempre a los mismos. Al final, los partidos se decantan en unos pocos momentos, unas cuantas acciones. El Valencia parece estar cerca del Madrid, pero lo que les separa tiene que ver con el comportamiento en esos minutos de oro. Y ahí cobra especial trascendencia gente como Facundo Campazzo, MVP de la final. No ha sido el Campazzo estelar, incansable y dominante de otras épocas, pero sí el Campazzo fresco de ideas y piernas suficientes para comandar a su equipo en las zonas de mayor exigencia.

Si ya resulta importante que tu principal director de juego tenga un buen rendimiento, la explosión definitiva de Andrés Feliz conformó una pareja que debería haber compartido el MVP. El dominicano, después de una temporada muy complicada por la necesaria adaptación y algunos problemas físicos, ha sacado a relucir todas sus virtudes en el momento más adecuado. Incisivo en ataque, agresivo en defensa, crucial en el excelente sistema nervioso que ha mostrado el Madrid. Juntos han manejado a su equipo y han maniatado a sus contrarios, empezando por limitar casi a la irrelevancia a un muy inestable Jean Montero, alma mater de este Valencia y al que en esta ocasión se le vio muy bisoño si lo comparamos con lo que tenía delante.

Muy bien liderados por Campazzo y Feliz, el Madrid siempre tuvo elementos para someter a una constante presión mental a los valencianos. Si Tavares tenía que descansar o cuidarse de las faltas, ahí estaba Fernando, que se ganó seguir en el equipo. Hezonja y Musa haciendo el Guadiana, pero dejando constancia de sus talentos, Abalde dando consistencia al entramado defensivo y Lull, pues haciendo de Llull, capaz de meter solo un tiro en un partido, el segundo, pero que significó la salvación de su equipo. Todo junto ha resultado demasiado para un Valencia demasiado ciclotímico y que claudicó mucho antes de lo previsto.

Enhorabuena al Madrid, el mejor sin discusión y que salvó con este importante título el verse sin ningún trofeo por primera vez en 14 años. Aun así, parece que se avecinan cambios de calado en la casa blanca. La marcha de Musa ya es oficial y no será el único, pero el rumor más ruidoso tiene como protagonista a Chus Mateo, un entrenador con un año más de contrato y que presenta un balance en tres temporadas de una Euroliga y dos Ligas. Ya uno no puede estar tranquilo ni ganando.