¿Está calando el genocidio de Gaza en la conciencia europea?

¿Está calando el genocidio de Gaza en la conciencia europea?

Se cumplen 600 días desde que Israel lanzó su campaña genocida sobre Gaza. Los misiles, los tanques, los drones y los francotiradores no han sido suficiente munición. Tampoco ha bastado el desplazamiento forzoso de la población, más de dos millones de personas baqueteadas de un lado a otro de la Franja. Esta misma semana, la escritora Neama Hassan contaba que era la undécima ocasión en que su familia cambiaba de refugio. Y que sus hijas habían conseguido salvar la albahaca. Las niñas sonreían con el tiesto en las manos.

Esta humanidad resiliente es la que Israel busca aniquilar. El bloqueo del acceso de la ayuda humanitaria desde hace 80 días, una semana antes de la ruptura del alto el fuego, ha provocado una situación de hambruna y enfermedad. Países tan remisos a cualquier condena a Israel como Francia, el Reino Unido e Italia, han alzado la voz esta vez. Pero también esto entraba en el guion israelí. Desde noviembre, mucho antes de la tregua y su ruptura, Israel venía planeando la transformación de la ayuda humanitaria, no ya del hambre, en un arma de guerra. Con lo que nunca ha contado Israel, por supuesto, es con la humanidad de los palestinos, es más, con su conciencia de sujetos políticos.

La privatización y militarización de la ayuda a través de la empresa Fundación Humanitaria de Gaza degrada a los palestinos a la condición de rebaño enjaulado, y pone de manifiesto el fondo colonialista del proyecto sionista que sustenta a los partidos en el Gobierno de Israel. La politización del reparto de víveres resulta de por sí humillante y una burla del sistema de Naciones Unidas.

Pretender que el pueblo palestino haga cola armónicamente para recibir los dones del amigo americano-israelí es despreciar la complejidad de la sociedad palestina. Es pretender que los palestinos sean víctimas perfectas, parafraseando al poeta Mohamed El-Kurd. Precisamente estos días se recuerda la fundación, hace 61 años, de la Organización para la Liberación de Palestina, hasta la fecha la única representante legítima del pueblo palestino (y no la Autoridad Nacional Palestina ni Hamás). La revolución, la resistencia, las negociaciones y la resiliencia forman parte de la memoria viva palestina. La historia no se borra de la noche a la mañana, como pretenden Netanyahu o Trump.

Hace 20 años, en mayo de 2005, la sociedad civil palestina llamó a la sociedad civil internacional al BDS, el Boicot, Desinversión y Sanciones a Israel para poner fin a la ocupación y el apartheid. Jamás se pensó que este movimiento pacífico y civil, surgido a imitación del sudafricano, hubiera de afrontar un genocidio. Ha sido necesario el de Gaza para que planteamientos análogos hayan calado en los Estados y hoy oigamos al ministro español de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, hablar sin tapujos de “sancionar” a colonos, “dejar de vender” armas a Israel y “suspender” el Acuerdo de Asociación entre la Unión Europea e Israel.

Albares insiste en la solución de los dos Estados como “la única solución”. En esto, España también debería ser pionera y preguntar a los palestinos cómo conciben ellos su autodeterminación. Ahmad Aboul Gheit, secretario general de la Liga Árabe, que ha asistido estos días a las reuniones del Grupo Madrid, ha dado algunas pistas al incluir en el capítulo de las soluciones tanto los dos Estados como un único Estado, Palestina-Israel.

Luz Gómez es catedrática de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid. Su último libro es Palestina: heredar el futuro (Catarata, 2024).